Potabilización de agua

El Ozono (O3) es la forma triatómica del Oxígeno (O2), y está formado por iones negativos.

Es la forma más activa del oxígeno, capaz de destruir virus, bacterias, parásitos, priones, hongos, mohos, esporas y otros muchos contaminantes por oxidación en pocos segundos. Una de las ventajas del ozono es su rapidez, puesto que dada su alta reactividad actúa de forma casi instantánea. El ozono es muy inestable y enseguida se convierte en oxígeno cuando el ion negativo reacciona con algún contaminante o patógeno, que siempre tiene carga positiva.

El ozono es 3.000 veces más efectivo que el Cloro en la desinfección del agua, y mucho más seguro. Además, al contrario que el cloro, un potente carcinógeno, no presenta ninguna toxicidad, descomponiéndose en oxígeno y agua una vez realizado su trabajo.

Por otro lado, algunos patógenos, como la Giardia, el parásito que produce más infecciones en todo el mundo, y el crytosporidium son resistentes al cloro del agua del grifo, pero no al Ozono. En el agua también hay sustancias procedentes de la contaminación industrial como los fenoles que al reaccionar con el cloro forman clorofenoles, nocivos para la salud. Sin embargo, el ozono descompone los fenoles y otras sustancias altamente tóxicas como las cianidas, que tampoco son eliminadas por el cloro, en compuestos inocuos.

Unas 3.000 ciudades en todo el mundo utilizan ozono en las plantas potabilizadoras de agua y en las de tratamiento de aguas residuales. En Mónaco llevan usando el ozono para el tratamiento del agua desde 1860 y en París desde 1903. Actualmente, Los Ángeles cuenta con el sistema de generación más grande del mundo.

El agua ozonizada oxida metales, incluido el mercurio y los peligrosos PCBs que se encuentran en el interior del organismo, haciéndolos más solubles en agua, y por tanto, más fáciles de eliminar.